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Una vez producidos, y con independencia de cómo se han generado, los residuos se mueven. El viento y otros fenómenos atmosféricos arrastran las basuras desde donde fueron depositadas hasta acabar en las cunetas, en los setos, en los parterres o en cualquier lugar. Se estima que el 18% de los residuos incontrolados acaban en las corrientes fluviales y en el mar.


Cuando se produce un vertido ilegal, es fácil que transcurran días, semanas o meses antes de que la zona pueda ser limpiada, lo que es particularmente cierto en los espacios naturales. Mientras tanto, los animales, atraídos por los restos orgánicos, abren las bolsas y dispersan los desechos. El viento y la lluvia se encargan de agravar la contaminación y de dificultar la limpieza.

Por ello, la solución del vertido incontrolado no reside en la limpieza a posteriori, sino en la prevención.
También carece de sentido culpar a los materiales o productos mal gestionados de las consecuencias del vertido incontrolado. Se trata por lo común de productos que cumplen una importante función social, como los envases o los periódicos. Culpable es sólo quien hace mal uso de ellos.